Cruz Echeverría OAR, ARCORES Dominicana
Jornada Mundial del Enfermo
“Vayan y sanen” (Mateo 10,8)
“No te olvides de los enfermos” (José María Gil Zorrilla OAR, en el lecho de muerte).
“La enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana” (Papa Francisco, mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo 2023).
Encuentro con la enfermedad
Al poco tiempo de venir a este mundo, y a veces antes de llegar a él, nos encontramos con la enfermedad, la debilidad, la fragilidad de nuestra condición humana que nos irá acompañando durante todo nuestra vida.
Nosotros experimentamos la enfermedad. Cada uno, experimentamos el sufrimiento y el dolor de nuestros hermanos y hermanas. Cada quien, llora, se retuerce, se encoge, se agarra las entrañas o la cabeza.
El dolor y el sufrimiento hacen parte de nuestra vida diaria. Feliz el que asume como parte de su vida esta condición. No se desesperará, aunque grite, llore o se retuerza. Será capaz de estar al lado del que se encuentra o se siente enfermo o enferma. Para estar, para acompañar, para animar y fortalecer.
Soledad en la enfermedad
Pero hay otra dimensión. Los enfermos se sienten, quizás nos sentimos, solos y solar. Dejados de lado Marginados. Por eso es tan importante recordar el evangelio: “Vayan y sanen”.
Muchas veces lo entendemos mal. Le pedimos a Dios que Él los sane, y somos nosotros enviados a “sanar”. No a hacer magia, no a desentendernos para que los profesionales se hagan cargo.
Que está muy bien que lo hagan. ¡Admirable profesión por lo humano y lo divino de la misma! Tan monetizada a veces por efecto del ídolo dinero, en muchos profesionales, y no digamos en las farmacéuticas. Lo que recibieron gratis, denlo gratis.
Acompañar al enfermo
Desde mi punto de vista, no hay mayor alegría que acercarse y acompañar al enfermo, somática, emocional o psíquicamente enfermo. Es el mejor y mayor pago que podemos recibir, los que son profesionales y los que somos de a pie.
Por eso tienen mucho sentido, nuestros centros de salud en la pastoral. Nuestras visitas a los hospitales, clínicas y casas del barrio donde alguien no se siente bien de cualquier dolencia. Los enfermos nos evangelizan, nos animan, nos fortalecen. Nos sanan, nos santifican.
Quien conversa con un enfermo, hace una catarsis en su vida. Aprendemos a tolerar, a comprender, a vivir de otra manera. La de la sinodalidad, la de Iglesia en salida, la de puertas abiertas y pasillos entretejidos de lo humano y la divino.
Gracias, mil gracias, enfermos y enfermas. No recordáis, cada día, lo que es nuestra condición humana. Y, además, que Dios es sensible, está y no nos abandona.