El Dios de la vida se hace presente enviando mensajeros (ángeles) oportunamente.
Fue una historia real en la que aparecen nombres reales. Sucedió un determinado día y en unas condiciones socio-religiosas, ambientales y climáticas muy especiales. Llovía y llovía sin parar. Pasó la noche lloviendo, con relámpagos y truenos que daban miedo. Era “Laura” que estaba pasando.
Al despertar, como un domingo cualquiera, oscuro, lloviendo a ‘cántaros’ tocaba orar para recordar la bondad de Dios, pero también los pobres alojados en casitas muy enclenques en los cauces de las cañadas y a los que sufren el desgarro del COVID19 en todas las partes del mundo. También a los que viven una vida ‘regalada’ porque nada les falta y, por último, a los que prometimos una vida radical en el seguimiento de Jesús de Nazaret.
Mientras llegaba la hora de la Cena del Señor, se fueron haciendo presentes, en esta ocasión, escasos y a cuenta gotas. Llegó entonces la sorpresa indignante, cuestionadora, y por qué no decirlo, molesta. Un hombre de mediana edad, sin poder articular palabra, llagado en varias partes del cuerpo, con los dedos sin poder enderezar, llenos de callos y, por si fuera poco, mojado desde el último cabello hasta la primera uña del pie. Estaba todo empapado de pies a cabeza, incluida la ropa que cubría su cuerpo frío en espera de que alguien le tendiera una mano. Esa persona encontramos cuando abrimos la puerta principal del templo. No pudo llegar solo. No era capaz de caminar. Una úlcera varicosa cubría una buena parte de su pie derecho y parte de la pierna. No se podía poner de pie. No pudo llegar ahí él, alguien lo dejó ahí y desapareció. Solo Dios sabe.
¿Qué podíamos hacer? Buscar ropa seca para cambiarle y llamar al 911. Llegaron, también la policía. Quisieron tomarle la presión arterial. Era muy difícil. Todo mojado. ¿Su nombre? No pudimos entender lo que quería modular con su boca a nuestras preguntas. Después algunos lo reconocieron, se llama Freddy. Los del 911 y la policía se fueron. Dejaron dicho que los signos vitales estaban bien.
¿Y ahora? ¿Ahora qué? Todos se fueron incluidos los feligreses, en esta ocasión, pocos, pues la tornenta estaba pasando. Un café, unas galletas que trajo Tete a Freddy.
Desconcertado, impotente… Así me sentí.
Domingo, había publicado en las redes la foto de Freddy… A eso de las 11 am recibí una llamada de Angelica: “Estoy pasando ahora por el barrio Vistamar, por el lugar donde se alojaba Freddy y veo que lo han cercado con alambre de púas”. Le voy a conseguir el teléfono del regidor Alonso para ver si le puede ayudar. Alonso, me refiere a Pinales, Pinales me dice que va a hablar con la junta de vecinos. Alguien de la junta de vecinos llama para decir que eso es cuestión de salud pública o de la fiscalía. Ellos se desentienden. Otra vez llamo a Alonso para comunicarle lo que está pasando. Alonso, que está en un operativo por la tormenta Laura junto con el alcalde Osvaldo, me pone a hablar con él. Me dan el teléfono de David, alias Guecho, hombre clave en esta historia, como Angélica, Alonso, Reina, Reinita y Raysa, nuestra cocinera.
No se cansen, que la historia tiene, por ahora, un final feliz.
David, Guecho, trabaja en el pina, es médico legista, pero sobre todo es un hombre de bien entregado a su profesión, sencillo y humilde. En la conversación con él me hace saber que hoy no se puede hacer nada. Que mañana, antes de las 8 am la ambulancia del ayuntamiento, la del 911, lo llevará a por cura externa al hospital Pina, en San Cristóbal.
Ya eran como las 2 pm. Freddy había comido, pero permanecía sentado en una silla en el pórtico del templo. ¿Dónde podría pasar la noche? Reina, me hace caer en la cuenta de que en el lado derecho del templo hay un cuartico que en su tiempo utilizaban los jóvenes y después se utilizó como cuarto de limpeza. Es verdad, ahí podría pasar la noche Freddy luego de limpiar el cuarto, ponerle una sábana y una frasada y cenar. Dos personas, Israel y una doña anónima que a la sazón pasaba por ahí llevaron e Freddy al cuartico. No podía apoyar el pie derecho.
Mi oración de esa noche fue intensa, difícil, complicada. Pensaba: Freddy tiene que estar sucio, tenia un “pamper” sin orinar, sin poder ir al baño… En tiempo de intenso COVID, puede que infectado… Impotente. Señor Jesús, tú pusiste la mano a los leprosos, ¿por qué yo no a Freddy? Me retiré tranquilo, pero preocupado. Dormí bastante mal con la preocupación de que quizás al amanecer, cuando fuera a saludar a Freddy, podría encontrarlo muerto.
Antes de amanecer me llegó la más grave tentación de mi vida. “Por qué no dejas todo esto y te vas a vivir una vida tranquila en un lugar de trabajar tanto, allá nada te a de faltar. Ya tienes muchos años. Te puedes jubilar”
Cuando en la mañana fui a saludar a Freddy estaba con vida. Olía mal. Había que bañarlo. Mi hija Raysa, le digo así porque cada mañana me saluda: “¿Cómo amaneció, padre?” Yo ya le digo hija. Es la cocinera que con mucho cariño, nos cuida. Le cuento la historia, incluida la tentación y me responde: “No, padre, todavía no ha culminado su misión” y recuerdo a mi hermano y compañero Tomás Arbizu, que luego de pasar por un momento difícil de salud, está pensando en volver a Changuinola y tiene más años que yo. Se acabó la tentación sugerida por un mundo individualista, insolidario y cómodo, donde el consumo y ‘buen vivir’ norman la vida. Es el diablo que se encarna una vez más.
Así las cosas, llega Gyecho y me dice que no se va a llevar a Freddy al hospital Pina. Que él viene más tarde, cuando termine la consulta para curarlo y que en la tarde de 2:30 a 3 vendría para llevarlo a Hatillo de San Cristóbal que es donde vive la familia. Otra mensajera de Dios va a entrar en escena. Llamé a Reinita, bio analista del dispensario, que pienso, me puede ayudar a bañar a Freddy. Efectivamente me dice que en media hora estaría aquí. Ella es especial, sabe, conoce y está haciendo esa labor con su papá a quien amputaron una pierna.
En frente al cuartico, tenemos un espacio cerrado, no cubierto, done hay una manguera. Hasta allá le trasladamos a Freddy en la silla, le bañamos y le cambiamos de ropa. Raysa le preparó un desayuno y después la comida. A eso de las 11am llegó David a curarlo. Queda esperar hasta las 3, pero a las 3:15 no llega nadie. Otra vez comienzan a sonar teléfonos, David, Alonso, Osvaldo, David. Alonso, en una reunión, David, no ha podido comunicar con Alonso. Alonso, me dice, le voy enviar un teléfono de la persona que le puede acompañar a Hatillo. David: ya me comuniqué con Alonso luego vamos con la ambulancia del ayuntamiento. A las 4:30 llega la ambulancia con David y un ayudante. En la camilla le llevamos a la ambulancia camino de Hatillo.
Al día siguiente llamo a David y me dice que Freddy esta en Gringos donde una pastora que tiene una fundación porque donde la hermana de Freddy no tienen lugar para recibirlo y que él va a ir a curarlo y la familia se comprometió a traerla comida.
Un par de reflexiones:
En qué mundo vivimos, algunos llenos de comodidades e insatisfechos.
Nosotros, yo, con una opción radical del evangelio con todo resuelto.
Cuántos y cuántas, llenas de inseguridades y sin tener lo mínimo para una vida digna
Cuántos y cuántas faltos de acogida y cariño
Cuántos que no vemos y miramos a nuestro al rededor.
Cuántos le oramos a Dios para que Él resuelva.
Cuántos invitamos a cadenas de oración para tratar de doblar el codo a Dios sin darnos cuenta
qué distinta sería la sociedad si tomaramos conciencia de que estamos de paso, que la felicidad no consiste en poseer y que nada nos falte, varias veces guardando hasta que se sin uso se corrompe
Y TODOS Y TODAS HIJOS E HIJAS DE UN MISMO PADRE QUE NOS REVELÓ JESÚS, EL DE NAZARET
Cada vez tengo más claro la necesidad e importancia de un centro de acogida para los indigentes de nuestra comunidad.