Esperanza Ramos acude desde hace varias semanas a CARDI, donde puede comer o asearse y además recibe apoyo moral para sobrellevar la enfermedad de su hija, que mejora progresivamente
Mi nombre es Esperanza Ramos Manuel, tengo 56 años y vengo de Oaxaca. Agradezco a Dios por poner a tantas personas que apoyan a la gente que viene de fuera.
Yo me enteré de CARDI por otras personas que vienen igual aquí, me platicaron que podía pedir apoyo y fui a Servicio Social del Hospital General por mi hoja de requisición.
Antes de venir a CARDI lo pasaba muy mal, casi sin dormir y en el suelo al lado de mi hija, pues yo no cuento con apoyo de otro familiar que me pueda venir a relevar en estar al cuidado de ella, y veo que muchos otros si los tienen. Eso es lo hace más difícil pues tengo que ver que se encuentre bien. Incluso nos hemos quedado en la sala del hospital a dormir.
Mi hija se llama Ali Sania Zuleima, se vino a Ciudad de México a trabajar hace 5 años, es la menor de tres hijos y la que nos queda pues los otros dos están ya casados. Repentinamente le dio parálisis en un brazo y una pierna y tuve que venir para acá a cuidarla. En la casa se quedó mi esposo cuidando de la siembra del frijol y el maíz, y dándole de comer a la yunta que tenemos, es la vida de los campesinos. Ahorita ya está más recuperada, se cambia y baña sola, lo que me da gran alivio.
Aquí en CARDI nos ayudan mucho con el apoyo que nos dan de comida, de ducha y lavado de ropa. Se puede decir que si no existiera CARDI, nos quedaríamos sin comer.
Cuando le dan de alta, regresamos a la casa y de pasaje son $310 por cada viaje. No contamos con los recursos para quedarnos aquí y es muy caro. Pero con la ayuda de Dios y de CARDI sé que sale uno adelante.
Estar en el piso no era vida.