Toda la población venezolana sufre actualmente las consecuencias de la grave crisis humanitaria que atraviesa el país. Sin embargo, no podemos dejar de prestar nuestra atención a algunas poblaciones que no solo son vulnerables, sino que están sumidas en el olvido y que han sido invisibilizadas ante la opinión pública. Tal es el caso de los pueblos de Atapirire, Múcura y Boca de El Pao, ubicados en las extensas sabanas y zona cálida del Orinoco en el Estado Anzoátegui.
Estos tres pueblos además de sufrir el impacto de la crisis de derechos humano de manera acelerada están sumergidos en la desidia, negligencia y desamparo, lo que impide el trabajo productivo y el desarrollo normal de la vida cotidiana, atentando contra la dignidad de las personas.
Las fallas de energía eléctrica y comunicación, la falta de agua potable, el pésimo estado de las vías terrestres, la precariedad de la educación, la baja calidad de atención a los estudiantes por falta de transporte y profesores, el rebusque del pueblo a falta de trabajo necesario, útil y buen remunerado, la deserción temprana de jóvenes en la escuela y el liceo, la falta de vivienda o deterioro irreversible de la misma dan muestra de ello.
La familia Agustino Recoleta está presente en esta región de los llanos orientales gracias a la loable labor de las Hermanas Misioneras Agustinas Recoletas de la vicaría parroquial San Agustín. Allí nuestra Red Solidaria junto a las MAR, desarrollan un Programa de Alimentación que incluye desayunos, bebidas de nutrición suplementaria y almuerzos, en el que se benefician a más 170 personas, entre niños, adultos y personas de la tercera edad.
Debido a la enorme pobreza de estos pueblos, sus habitantes no pueden satisfacer correctamente sus necesidades elementales, como una buena nutrición, el acceso a los servicios sanitarios o la escolarización. Los niños y ancianos que viven en esta zona rural son los más afectados, se encuentran en un ambiente de precariedad, que, con sus zapatos rotos, descalzos y con ropa desgastada y remendada deambulan por las calles desgatadas por falta de asfalto. Muchos de ellos buscando árboles frutales para saciar el hambre, trepándose o lanzando objetos a las matas de mango para obtener la preciada fruta.
Es por ello la importancia de este comedor, lograr brindar una alimentación balanceada a las personas vulnerables que en sus hogares no tienen nada para comer, el plato que acá se les brinda es su único sustento.
Las Misioneras Agustinas Recoletas están cercanas a los más pobres en Atapirire, Múcura y Boca del Pao. En estos lugares dan de comer a niños en su mayoría.
Juannis Perales, quien tiene más de 10 años colaborando en la vicaría parroquial San Agustín, indicó que “en esta localidad la mayoría de las familias no poseen los recursos para poder brindar a sus hijos un desayuno, almuerzo y cena. Por lo que los niños que vienen al comedor se llevan la mitad de la comida cérvida en el almuerzo para poder cenar en sus casas”. Perales, solicitó la colaboración de las personas o instituciones que se quieran sumar a esta causa, para acondicionar el espacio que utilizan para la cocción de los alimentos, donde no poseen refrigerador y los utensilios empleados son prestados.
Yusmari Díaz, beneficiaria y voluntaria de esta labor, expresó “me siento feliz de poder colaborar y recibir este beneficio. Mis hijos y los niños del pueblo se están alimentando gracias a esta labor social, quienes antes recogían mangos o cualquier fruta para poder alimentarse, después de la ayuda de ARCORES se ha logrado brindar sus alimentos. Gracias por el aporte.”