Por Jaazeal Jakosalem, presidente de ARCORES Internacional
Puedes leer la primera parte de este artículo aquí y la segunda parte aquí.
La relevancia del documento
En la Laudate Deum, el papa Francisco es muy crítico con la debilidad de la política internacional y de las conferencias sobre el clima, indicando claramente mucho más los fracasos que los resultados y progresos.
Se puede recordar que durante las conversaciones sobre el clima COP21 en París, este fue su mensaje antes de la firma del Acuerdo de París: «Sería triste, y me atrevería a decir que incluso catastrófico, que los intereses particulares prevalecieran sobre el bien común y llevaran a manipular la información para proteger sus propios planes y proyectos […]. Expreso mi esperanza de que la COP21 logre un acuerdo global y ‘transformador’ basado en los principios de solidaridad, justicia, igualdad y participación; un acuerdo que apunte a tres objetivos complejos e interdependientes: disminuir el impacto del cambio climático, luchar contra la pobreza y garantizar el respeto de la dignidad humana”. Algunos de estos términos aparecen en términos equivalentes en Laudate Deum.
El presidente de ARCORES en la COP de Madrid. Foto de ARCORES España
La propia reticencia del papa Francisco con los organismos internacionales y los gobiernos, se expresó durante la COP25 de Madrid (2019), cuando afirmó: “Debemos preguntarnos seriamente si existe la voluntad política de asignar con honestidad, responsabilidad y valentía, más recursos humanos, financieros y tecnológicos para mitigar los efectos negativos del cambio climático, así como para ayudar a las poblaciones más pobres y vulnerables que más los sufren”.
Así pues, podemos plantearnos las siguientes preguntas pertinentes:
¿Cuál es el impacto del documento en los organismos internacionales?
Al tiempo que indica claramente que muchas conferencias han fracasado, y con efectos en cadena por fallar a la humanidad y a la naturaleza, el papa Francisco sugiere un proceso de implicación, que involucre a las sociedades civiles e incluso a las personas impactadas por la crisis climática para abordar el cambio climático: pide la implicación de todos (LD, 58).
Proyecto Sueño Solar. Foto de ARCORES Filipinas
Por otro lado, desaconseja “el multilateralismo con una autoridad mundial concentrada en una persona o en una élite con excesivo poder: “Cuando se habla de la posibilidad de alguna forma de autoridad mundial regulada por el derecho no necesariamente debe pensarse en una autoridad personal”. (LD, 35).
Además, fomenta “una nueva sensibilidad hacia los que son más débiles y menos dotados de poder… Es otro modo de invitar al multilateralismo en orden a resolver los problemas reales de la humanidad, procurando ante todo el respeto a la dignidad de las personas, de manera que la ética prime sobre las conveniencias locales o circunstanciales” (LD, 39).
¿Cuál es el impacto del documento en las comunidades de fe?
La solidaridad de las comunidades de fe es importante para abordar la crisis climática; afirma en el documento » Dios nos ha unido a todas sus criaturas» (LD, 66).
Sitio Frei Loreto. Foto de ARCORES Brasil
La riqueza de la fe cristiana, desde las fuentes bíblicas hasta las prácticas ecologistas, tal como se transmite en Laudato Si’, puede contribuir al llamamiento mundial a la acción por el clima: «de una manera más humilde y más rica.» (LD, 68).
Modela a Jesús como referencia para comulgar con las personas y la naturaleza, describiéndolo con «ternura… por todos los seres» (LD, 1), y alguien » en contacto permanente con la naturaleza» (LD, 64).
Sin embargo, el papa Francisco se atreve a animarnos: “este solo hecho de modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios alimenta la preocupación frente a las responsabilidades incumplidas de los sectores políticos y la indignación ante el desinterés de los poderosos” (LD, 71), más transformadora que lo que hacen los actores políticos y empresariales.
Como hemos visto los progresos que están haciendo las comunidades religiosas a nivel mundial en materia de acción por el clima, los esfuerzos más pequeños pero decididos en diócesis, parroquias e instituciones académicas -las comunidades religiosas- pueden marcar la diferencia.
Por lo tanto, es importante que hagamos cambios reales, que deben ser transversales, institucionales y personales. El papa Francisco recuerda que no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas» (LD, 70).