La oración del pobre sube hasta Dios, este es el lema de la Jornada Mundial de los Pobres de 2024.
Nos recuerda y nos anima a vivir y experimentar la imprescindible unión entre la oración y el ejercicio de la caridad:
“Si la oración no se traduce en un actuar concreto es vana, de hecho, la fe sin las obras ‘está muerta’ (St 2,26).
Sin embargo, la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en filantropía que pronto se agota. Sin la oración diaria vivida con fidelidad, nuestra actividad se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a un simple activismo”
La RED ARCORES INTERNACIONAL, se une a esta VIII Jornada Mundial de los Pobres dando VOZ, VISIBILIZANDO, Dando PROTAGONISMO A LOS POBRES.
Queremos escuchar a los pobres que se acercan a nosotros, que están en nuestro entorno, a los que acompañamos con nuestros proyectos, para romper “el muro de vidrio que los hace invisibles”.
Para dejar que nos lleguen con sus mensajes y ojalá que nos mueva a llegar al abrazo, como el el Papa nos recuerda en su mensaje: el “silencio” mortífero de la desatención, de la distracción, de la negligencia, puede venir decididamente frenado: “se rompe cada vez que un hermano en necesidad es acogido y abrazado” (n. 7).
El hermano pobre se vuelve, entonces, visto, observado, reconocido; se vuelve un catalizador de atracción para mí; se le ofrece espacio concreto efectivo y afectivo. Por eso es la acogida que abraza – es decir, la que se desclava de sí y decide cuidar al otro – la que rompe el muro de vidrio que hace transparentes e invisibles a los pobres.
Es el abrazo que cuida el que hace realmente presente al pobre en mi horizonte y se convierte en el único mazo capaz de desmoronar la extrañeza impasible y la indiferencia apática.
En ARCORES también nos sentimos interpelados por el lema de la Jornada:
La oración del pobre sube hasta Dios.
Entonces ¿qué hacer para quienes, como nosotros, vive en el mundo de la opulencia y del bienestar? ¿Cómo hacer que también nuestra oración sea recibida por Dios que ama preferencialmente los pobres?
En el subsidio pastoral del dicasterio para la evangelización[1] se incluye una respuesta que conviene considerar:
La Escritura nos ofrece dos caminos: la humildad y el don.
La primera hace al hombre “pequeño” en su núcleo más íntimo, es decir, el corazón. No por casualidad, «la oración del humilde (tapeinos) atraviesa las nubes» (Si 35,17), precisamente como la del pobre (ptōchos en Si 21,5).
El segundo camino es el don, es decir, la generosidad de quien posee, pero no retiene egoístamente para sí.
El compartir también hace “pobre” el corazón del rico, haciéndolo libre y no poseído por las cosas. Quien en la abundancia dona generosamente, transforma la riqueza “deshonesta” (Lc 16,9) en caridad doblemente “salvífica”, para sí mismo y para quien está en la necesidad.
Como Jesús explicó en la parábola del administrador astuto (Lc 16,1-9) – espléndida reflexión sobre el correcto uso de los bienes – la riqueza tiene el poder decisivo de perdernos o salvarnos: por esto debe estar sujeta a un atento discernimiento.
La oración del pobre sube hasta Dios señala, de este modo, un camino no solo para quién está en la necesidad, sino también para quien vive en bienestar.
Señala la caridad generosa como un tratamiento eficaz que tiene el poder de empobrecer el corazón de cada hombre – rico o pobre – abriendo así a su oración una autopista que conduce directamente a la escucha de Dios.
ARCORES te invita a participar en la Jornada mediante la iniciativa: #EscuchaLaVozDelPobre
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