
El presidente Duterte declaró el 17 de marzo pasado el estado de calamidad en Filipinas por la epidemia de coronavirus, a la que calificó “la batalla de nuestras vidas”, poniendo en confinamiento y paralizando la actividad de un país de 105 millones de habitantes distribuidos en 7.000 islas. ¿Pero cómo van a aislarse en sus casas los millones de personas que en Filipinas viven en chabolas en los grandes suburbios de megápolis como Manila? ¿Y cómo van a lograr sobrevivir los millones de familias que dependen de salir a las calles a trabajar cada día para sobrevivir? ¿Aquellos que no cuentan con ahorros, ni con una red familiar que les auxilie y realizan trabajos informales de transporte de personas y mercancías, de venta ambulante, tienen puestos de comida callejeros o reciclan cartones, plásticos u otros desperdicios?