Cada voluntariado tiene sus características y el nuestro no iba a ser menos. Empezando porque somos 12 jóvenes de cuatro países diferentes. ¿Y cómo es eso si ARCORES no organiza voluntariados con grupos tan grandes? Muy fácil. Comenzamos cinco en España. Se nos unieron Sofía de Costa Rica y María Lorenza de Ecuador, y desde el propio proyecto de Guatemala se han unido cinco jóvenes universitarios becados por ARCORES. ¡Toda una riqueza cultural y juvenil!
El voluntariado comenzó el sábado 3 de agosto. En el aeropuerto ya estaba una comitiva para darnos la bienvenida. El domingo conocimos al resto de voluntarios guatemaltecos y el lunes se unió Lorenza.
El primer día fue de adaptación. Nos presentaron a la comunidad en la misa de 11:00. Un templo lleno de gente y en una misa que se retransmitió online por el canal de la parroquia. Visita a la plaza, al mercado y las calles principales. También subimos a un mirador, pero el tiempo no nos acompañó y en vez de ver el pueblo solo vimos nubes.
Terminamos el día en casa de Yolanda, una de las voluntarias. Su familia nos acogió en su humilde hogar. Una casa construida después de que el huracán Mitch hubiera destrozado la anterior. Nos dieron a beber cebada y nos prepararon con mucho cariño unos chuchichos. Terminamos aprendiendo y probándonos los trajes típicos de la región.
El lunes ya comenzamos con el Campamento urbano o Reforzamiento educativo, como dicen por acá. Primero coordinarnos entre todos y después con los chicos. Vamos a tener 3 grupos por las tardes y dos por las mañanas. Unos vienen tres días y otros dos.
Empezar fue un poco caos, pero rápidamente los nervios dieron paso a las actividades de mate, inglés, español y a los juegos. Son más de 60 niños/as desde 3º de Primaria hasta Secundaria.
El martes, además del campamento, fuimos a visitar el dispensario parroquial. Israel, el doctor, nos explicó como ayudaban a la gente, especialmente a los privados de libertad. La cárcel está pared con pared con la parroquia. Donamos el material recaudado por una voluntaria.
Por la tarde visitamos el hospital y nos permitieron entrar en emergencias (urgencias). Pudimos comprobar la gran diferencia, especialmente a nivel de higiene y equipamientos. Después subimos a un mirador. ¡Por fin avistamos Totonicapán desde lo alto!
Y para finalizar el día pasamos por el mercado para hacer la compra. Según el programa vamos a visitar a 17 familias y decidimos darles una bolsa básica a cada familia con azúcar, frijoles, arroz, leche en polvo, aceite, jabón e incamparina (mezcla de harina de maíz y harina de soja con vitaminas que se usa como suplemento alimenticio).
El miércoles fue un día muy intenso, tanto a nivel experiencial como humano. Por la mañana comenzamos la visita a las familias de los becados. Comenzamos por la de Ezequiel, un niño con labio leporino y problemas en el paladar. Aprovechamos para darle clase de matemáticas. Mientras otros ayudaron a hacer la colada, cortar leña para la cocina y preparar incamparina.
Después, visitamos a una comunidad que nos enseñó su invernadero de tomates y su gallinero. Entre 10 familias lo cuidan. Están muy contentos porque produce mucho y no solo tienen para sus familias sino también vender en la propia comunidad.
Terminamos en casa de una señora viuda y alcohólica con cuatros hijos muy chiquitos. Condiciones lamentables e impactantes. Ella no salió ni a saludarnos porque estaba mal. Los hijos estaban solos. La casa parecía un basurero. Decidimos, por los niños, limpiar la casa, fregar todo, lavarles y hacerles la comida. Nos quedamos con las palabras del niño de 4 añitos: “Que bonita está ahora la casa”.