La Tierra es nuestro hogar. Debemos cuidar de nuestra casa común. Debemos actuar para proteger todas las formas de vida en la Tierra, desde los picos más altos hasta los arrecifes más profundos.
Aun cuando soñamos con la plenitud de la vida en el más allá, nuestro Señor nos enseña a dejar que Su reino venga y que se haga Su voluntad en la tierra como en el cielo-, es decir, ya en el aquí y ahora. Por lo tanto, tenemos el deber de actuar y resistir todas las formas de destrucción que dañan a nuestra gente y a nuestro planeta.
Estamos conectados a la Tierra, así como nuestras vidas y la vida de todos los demás seres están interconectadas entre sí.
Escuchamos tanto el grito de la Tierra como el grito de los pobres. Debemos responder y actuar juntos para mitigar los efectos negativos del cambio climático en nuestro planeta y nuestras comunidades; y desde la necesaria rendición de cuentas, exigimos justicia climática.
Pedimos que la justicia sea la primera condición de todas las medidas adoptadas para hacer frente al cambio climático; de manera que las soluciones que planifiquemos y apliquemos, no dejen a nadie atrás.
Exigimos a los países y a las empresas responsables de la crisis climática y otras formas de degradación ambiental, que compensen adecuadamente a las comunidades más afectadas por los impactos de estos fenómenos, con especial atención al coste de los daños causados y las pérdidas producidas.
Nos unimos a las comunidades religiosas, los jóvenes, los pueblos indígenas y los más vulnerables para exigir un verdadero cambio en el momento actual de emergencia climática. Nos negamos a aceptar que, una vez más, nosotros estamos pagando el precio del carbono. Deberían ser los contaminadores los que paguen ese precio con su riqueza, no nuestra gente con sus vidas.
En nuestros hogares y comunidades, seguiremos las siete “pequeñas acciones diarias” que el Papa Francisco nos indica en Laudato Si, 211:
- Evitar el uso de plástico y papel, separar los residuos y reutilizar algo.
- Reducir del consumo de agua.
- Cocinar sólo lo que razonablemente se puede consumir
- Mostrar cuidado por otros seres vivos
- Usar el transporte público o compartir el coche
- Plantar árboles
- Apagar luces innecesarias
Somos uno con el Santo Padre en la búsqueda de una agenda común para proteger nuestro frágil ecosistema, amenazado por la continua crisis ecológica. Tenemos el imperativo moral de actuar juntos con decisión para salvar nuestro hogar común. Este es nuestro deber y responsabilidad como cristianos.
Asistentes a la charla-coloquio “Impacto del cambio climático en las comunidades isleñas de países empobrecidos” en la COP25