La Iglesia celebra este domingo en todo el mundo la II Jornada Mundial de los Pobres. El Papa Francisco creó esta jornada con el objetivo de dedicar un día a reflexionar qué está haciendo la Iglesia y sus miembros por los pobres, marginados y excluidos de la sociedad. Este año el lema propuesto para la reflexión proviene del Salmo 34: “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”. Miles de organizaciones católicas, entre ellas ARCORES, trabajan cada día por el fin de la pobreza. No obstante, las desigualdades no se reducen.
Muchas veces se piensa en los pobres como una realidad abstracta. Sin embargo, son muchas las acciones que se pueden hacer por los pobres materiales y de espíritu. Las obras de misericordia ofrecen posibilidades para reducir la soledad y penuria del pobre, ayudándoles en sus carencias materiales y espirituales. ¿Qué puede hacer un cristiano por los pobres? Aquí tienes cinco acciones.
Compartir el pan. Dar de comer al hambriento invita a trabajar a largo plazo por un mundo más solidario: ayudando a aquellos que hoy no tienen nada que comer u ofreciendo donativos a instituciones que atienden a millones de personas que cada día buscan algo para saciar el hambre…
Cuidar el agua. El agua es una fuente de vida, tanto para la naturaleza como para las personas. Pero para muchos que no tienen acceso a ella, sobre todo los más pobres, significa enfermedad y muerte. Es necesario cuidar este recurso vital y seguir las normas que conducen a no contaminar. Así estaremos ayudando a los pobres.
Vestir al desnudo. Esta obra está dirigida a disminuir otra necesidad básica: el vestido. Donar y compartir ropa y calzado que ya no se utiliza, comprometerse en acciones para remediar el frío de las personas en situación de calle o colaborar con asociaciones en la tarea de clasificar ropa para los necesitados, son algunas de las acciones.
Consolar al que sufre. El consuelo para el triste o para el que sufre alguna dificultad como la pobreza, es otra obra de misericordia. Acompañar a nuestros hermanos en todos los momentos, pero sobre todo en los más difíciles, es poner en práctica el comportamiento de Jesús, que se compadecía del dolor ajeno y le ofrecía la alegría del Evangelio.
Orar por todos los pobres. Cuando oras por alguien, te solidarizas con él. Debemos interceder ante Dios por los que sufren pobreza, marginación, miserias y desigualdades sociales.
«Acuérdate del necesitado, pues también tú lo eres; acuérdate del pobre, pues también tú lo eres; por mucho que nades en riquezas, estás vestido con trapos de carne», dice San Agustín. Todas las personas son pobres en algún momento, material o espiritualmente. Como cristianos, es necesario siempre estar a su lado.