Testimonio de conversión de Hazel
El domingo pasado, 24 de abril, celebramos la fiesta de la Conversión de San Agustín. Es por ello que os presentamos el precioso testimonio de Hazel, de ARCORES Costa Rica:
“Cuántas veces hemos anhelado tener un encuentro cara a cara con Jesús, cuántas veces se nos ha mandado a cumplir con uno de los principales mandamientos, el amor al prójimo, y cuán difícil y complicado lo hacemos.
Voluntariado con personas sin techo
Esa puerta a la conversión se remonta cinco años atrás, cuando fui invitada a tomar mi primer taller en el CEAR (Centro de Espiritualidad Agustino-Recoleta), el Eneagrama de la Personalidad. Al finalizar ese curso, se nos hizo la propuesta de poner en práctica lo aprendido. Yo decidí aceptar el reto. Se nos ofreció hacer voluntariado con personas sin techo. No imaginaba lo que Dios tenía preparado para mí.
En la primera visita, sin que Dios se hiciera esperar más, tuve ese cara a cara con Él. Me topé con un muchacho, Cristian, de 27 años, con una muy buena educación y que, por circunstancias de la vida, llegó a caer en las garras de la droga. De primeras, me preguntó cómo los veíamos nosotros a ello. No logré responder nada. Ahí fue donde me di cuenta cómo los que creemos que tenemos todo, al final tampoco tenemos nada. Cuánto vacío nos acompaña. Cristian y yo éramos iguales. ¿Por qué a veces nos sentimos superiores a otros? La pregunta de Cristian se quedó dando vueltas en mi mente.
Fue a partir de ese momento cuando la semilla que Dios sembró en mi corazón empezó a germinar. Comencé a poner mis dones y talentos al servicio de Él, pero no para que me vieran, para que vieran la ‘gran obra’ que hacía. En cada conversación, en cada historia, en cada mirada de aquellas personas que logré conocer, yo me iba haciendo más humana, más sensible al dolor del prójimo. Yo aprendía más de ellos que lo que yo les podía ofrecer. A través de ellos, Dios me permitió verlo.
Herramientas para las pruebas
A partir de ese momento, decidí realizar otros talleres de autoconocimiento, oración, espiritualidad y sanación. En cada uno de ellos, Dios ha puesto en mi camino a personas maravillosas. Ellos, sin saberlo, son parte de mi proceso de conversión, que aún continúa. Dichos talleres me preparaban para pruebas que hoy en día atravieso; son mis herramientas, para pasar por el fuego, donde estoy siendo moldeada por el mejor alfarero.
Mi madre murió muy joven, lo que dejó cicatrices muy profundas en mí, al igual que la pérdida de mis abuelos, que fueron un pilar muy importante en mi formación. Crecí en una familia con valores cristianos muy sólidos, pero ahora es cuando pongo estas virtudes en práctica.
Hoy me encuentro pasando por una de las pruebas más duras. Tengo una hija, ya mayor de edad, que a los 16 años, por rebeldía o no sé por qué razón, se fue de casa y decidió cortar toda relación conmigo. Sé que, en estos momentos, muchas madres atraviesan situaciones similares, y saben de todos esos sentimientos que nos acompañan: dolor, angustia, temor, tristeza y, principalmente, la culpa, una culpa que primero recae en nosotras, en qué hice mal y, después, en buscar culpables.
Dios me moldea
Pero hoy sé que, a través de esta prueba, Dios continúa moldeándome mi paciencia, mi fuerte necesidad de tener el control de todo, mi carácter, la capacidad de perdón, practicar el verdadero amor y una gran cantidad de sentimientos y situaciones.
Espero que Dios, a través de mi testimonio de conversión, llegue a mover muchos corazones. Sea cual sea el problema que estás atravesando, no estás solo. Él nos da fortaleza, está deseoso de transformar nuestra vida. Aunque a veces parece que la situación no cambia, él trabaja en silencio y con un amor incondicional.
Déjate tocar por Él, está deseoso de que tengamos la disposición de dejarnos moldear por Él. No sabemos cuándo, cómo, dónde ni a través de qué situación tocará nuestra puerta, para así poder tener ese encuentro cara a cara con Él.
Lágrimas de felicidad y dolor
Aún hoy no dejo de derramar lágrimas al escribir estas líneas, a veces de felicidad y otras todavía de dolor. Si a través de mi historia de vida, alguno pueda ser llamado a la conversión, para mí será un placer poder haber puesto ese granito de arena.
Le doy gracias a Dios por poner en mi camino a esta gran Familia Agustiniana, que me abrió las puertas a sus talleres, y ahora forman una parte importante de mí. Gracias, Agustinos Recoletos, gracias a ARCORES y al proyecto Calle Esperanza. Gracias a los facilitadores, los frailes y los compañeros, por ser parte de mi conversión y testigos de mi crecimiento en la fe”.
Hazel Miranda Chinchilla
ARCORES Calle Esperanza
CEAR Costa Rica