En los últimos años, más de 5 mil personas abandonan Venezuela diariamente, huyendo de la crisis social y económica que azota la nación. La migración venezolana es el mayor y más rápido desplazamiento de personas vulnerables, después de la crisis de Siria.
Esta situación provoca una herida en los que se quedan. El llanto en el aeropuerto o en los terminales de autobuses es solo el comienzo de una historia de abandono que tiene consecuencias.
La ruptura familiar y la orfandad de unos niños que quedan a cargo generalmente de sus abuelos son los efectos internos que deja la diáspora venezolana.
Ante esta realidad, nuestra Red Solidaria busca que los afectados no sientan soledad y tristeza, sino que se sientan acompañados. Por este motivo se sigue destinando fondos para el fortalecimiento de las casas hogares y los ancianitos que se han visto debilitados en medio de la crisis económica, así como comedores y ollas solidarias donde actualmente se atienden con servicios de alimentación a las personas de la tercera edad y sus nietos, quienes han quedado bajo su cuidado.
Niños se quedan en Venezuela mientras sus padres huyen del país para buscar trabajo.
Cientos de niños han visto partir a sus padres hacia otros países con la promesa de volver a encontrarse. Un adiós que no se olvida con el paso de los días, sino que se hace eco y se inmortaliza. Quedan al cuidado de abuelos y otros familiares, quienes también han sucumbido ante la desesperanza y angustia que causa el duelo migratorio.
La crisis ha afectado la alimentación, salud, educación, recreación y, para muchos niños, el crecer con sus padres.
Como resultado de la ola de emigración forzada, los ancianos también se ven afectados por el abandono total o parcial de sus familiares que, entre otras cosas, les dificulta o impide continuar su independencia y los deja aún más vulnerables.